miércoles, 27 de marzo de 2013

Opinion: Permítanme disentir

CARTA ABIERTA A CFK Con Copia A LOS GURUS DE LA PESCA 


El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, decía el poeta Pablo. Resulta que encima de haber visto todo ya lo he visto varias veces, lo que me lleva a una reflexión. 

               Hemos visto con un mínimo de esperanza como se reunían los gremios portuarios de Mar del Plata y elaboraban un reclamo ante la tardía puesta en marcha de la flota fresquera para la zafra 2013. Como bien sabemos, a aquella reunión no asistieron todos los gremios, por diversos motivos que no vienen al caso.

               Resultó ser que de inmediato, las cámaras desmentían tal situación, sobre todo por el título antipático con el que los gremios habían calificado aquel estado de situación. Ya lo sabemos de antemano, a los empresarios no les gusta el término lockout en sí mismo. Un empresario puede hacer paradas estratégicas, entrar en impasse técnico, hasta llegar al borde de quebranto, pero lockout no. Esa palabra suena a “paro” y a los defensores de la productividad les resulta algo así como mala palabra. 


               Llamémosle jota o hache el caso es que de las sucesivas reuniones gremiales o empresarias y hasta alguna mixta no se ha sabido de propuestas concretas para salir de la crisis. Es más, los reclamos han sido tan vagos y que es difícil pensar en soluciones concretas. 
“La Industria Pesquera Argentina se encuentra en un estado de crisis financiera, económica y social, entendemos que ello es el resultado de la pérdida de competitividad. El deterioro, en los últimos tiempos, de la relación ingresos provenientes del comercio exterior y costos ha generado la reducción del capital de trabajo de la industria y el endeudamiento de la misma. Hoy el sector gasta en pesos para producir, exporta sus productos a precios aceptables en dólares, pero cuando ese valor es liquidado no compensa lo que se ha gastado para producir” 
(Primer párrafo del documento presentado ante los ministros) 

               Así empieza ese documento que debería ser como la punta de lanza para conmover a los funcionarios nacionales. Funcionarios que deben de ver con mucha preocupación dicho reclamo, más aun que es un año electoral, en una Semana Santa que todos pasan por La Feliz y que Mar del Plata es una ciudad con uno de los índices más altos de desocupación en el país. 

               Producto de un consenso o no, este documento debía llevar la pelota de nuevo a la cancha gubernamental, como una suerte de reclamo en blanco y negro de lo que se palpa en el muelle y las cuevas de fileteado. En este documento, firmado por varios sectores, se asume por fin un cuadro crítico, despojado de palabras sensibilizantes como lockout cargando culpas sobre todo al tipo cambiario. 

               Lo que los gremios llaman lockout y las empresas llaman baja rentabilidad se llama en simple castellano Crisis de la Industria Pesquera. Para colmo tenemos incorporado gracias a nuestra concepción democrática de las cosas que ante un conflicto que afecta a varias partes, el camino es el consenso. Como si la solución a un problema dado, pueda resolverse siempre con mínimas concesiones en las pretensiones de las partes. Habría que ver si queda algo para ceder en las negociaciones y lograr el anhelado consenso. 

               Últimamente he escuchado hasta el hartazgo que cuando alguien habla del tema, casi sin pensar repite a modo de versito: Hay que lograr consenso. Habrá que ver a que partes se refieren. Consenso en este marco no solo se hace difícil sino que no creo que sea el camino más apropiado. Si el consenso es ponerse de acuerdo para que el gobierno intervenga sobre alguna variable y a cambio los trabajadores del fresco deben seguir cooperativizados o en negro, comprándose con su salario la tabla de teflón para filetear por monedas y salteado, que los marineros deben traer merluzas de ojos azules viendo como su salario pierde poder adquisitivo y los astilleros limitarse a emparchar cascos remachados hechos en Vigo, permítanme disentir, no me interesa el consenso. 

               Consenso implica entendimiento de las partes, buena voluntad para arribar a un acuerdo mínimo, donde cada uno es capaz de resignar algunos puntos a cambio de ganar otros y logrado un equilibrio donde ambos consideran ganar, se cierra el trato. Eso es fácil cuando hay dos sectores pero en la pesca hay tres. Resulta que el Estado, representado por el gobierno, debe regular esta actividad extractiva, de modo que 1) Se preserve el recurso;2) Genere divisas y contribuya al PBI; 3) Se mantengan los puestos de trabajo; 4) Se respete: Las leyes vigentes, la iniciativa comercial, los derechos adquiridos de todas las partes;5) Se cumplan compromisos comerciales y abastezca el consumo interno. (El orden de enumeración es arbitrario, podría ser otro según quien lo diga). 

               Por otra parte las empresas han sabido sobrevivir a muchos escenarios políticos y sacar provecho de cada uno de ellos, las ventajas económicas al sector vienen de tan lejos que hay que remontarse a los tiempos del proceso. Supieron acomodarse a los designios extranjeros conformándose en empresas mixtas, triangulando mercadería en empresas fantasmas y sacar tanto provecho como fue posible en tiempos de producción y también en las quiebras. Por último los gremios temen ser utilizados como fuerza de choque para que cuatro vivos ganen algo, la presión de las bases no es poca teniendo en cuenta que el puerto no se recupera del año pasado y llegamos nuevamente a época de paritarias, sin contar las múltiples centrales obreras que no logran aglutinar a todos los gremios. Recelos, cuentas pendientes y desconfianza salen a la luz de un lado hacia el otro generando el peor clima para negociar.

               Disiento en seguir sosteniendo una clase empresarial que gozó de las más variadas prebendas, que se les confía la tarea de prospección (que debe hacer el INIDEP) y cuando llegan a muelle para hacer la descarga cercan con camiones el paso a cualquiera fuera de la empresa, y por si fuera poco no se los puede cuestionar porque no dudan en amenazar con tirar la gente a la calle. 

               Ya no importa echarle la culpa a nadie, no se puede buscar consenso porque todos opinan que el otro miente. A veces es cierto, otras veces no es relevante. Lo que importa es que hoy no hay lugar a consensos, hay espacios para proponer ideas. Este marco de explotación llego a su fin. Hasta hace poco por lo menos le servía a las empresas, ahora ni eso, según ellos mismos dicen. Como no le sirve a las empresas, no le sirve a nadie. Sin generalizar, muchos explotaron el recurso ictícola, el recurso humano y los recursos del Estado, los cambiaron por dólares y ni siquiera quedaron en el país. 

               Entendamos que un compendio de reclamos y hasta el más detallado cuadro de situación no es salida para una crisis. De las crisis se sale con ideas y valor para llevarlas a cabo. Cualquier medida hoy por hoy viene a emparchar pero no a solucionar. Asegurar la salida de los buques no va a modificar los mecanismos laborales penosos del procesamiento en tierra, ni la modalidad en las declaraciones, ni el hecho que ninguna pesquera tiene contemplado la renovación de la flota a no ser casos de hundimiento o siniestro grave. 

               Un subsidio a los insumos o una quita impositiva no genera nuevos mercados ni cambia los precios internacionales ni mucho menos. Los subsidios no hacen de la pesquería un negocio rentable para todos los sectores, trabajadores y empresas. Mucho menos le sirve al Estado que lo ignoran cuando las cosas van bien y debe salir a contener cuando los números cierran finito. 

               Los acontecimientos de estas semanas tienen que ser evidencia que cada uno de los sectores se limita al diagnóstico y lo discursivo, llegando al gobierno a pedir soluciones que le competen a las mismas partes que reclaman. Por otra parte, los funcionarios anunciando las inspecciones en las cuevas, hablando de índices de desocupación o anunciando inauguraciones de plantas, no cambia la percepción del que conoce la vida del puerto porque la vive en carne propia y de anuncios está arto. Sumado a todo eso, el componente político donde los reclamos o beneficios conseguidos vienen colmados de sospechas de una y otra parte. La prueba que la corrupción esta instituida son las mismas sospechas que sobrevuelan en forma cruzada. 

               No hay paros políticos, hay necesidades no resueltas que llegan en el peor de los casos a un llevar un conflicto a la calle. No hay gremios amarillos o gremios oficialistas, hay gremios que se ponen al frente de los reclamos y gremios que ignoran a sus representados. No hay funcionario público que pueda arreglar el desquicio de esta industria porque se ha desvirtuado el mismo concepto empresario. No hay empresario donde no hay riesgo. No hay industria donde no hay planificación, ni inversión, con marcos laborales sin seguridad social, previsibilidad nula y concesiones inmerecidas. 

               Hemos hecho, como Nación, una industria pesquera a medida de los intereses extranjeros. El colmo de la estafa a los intereses nacionales fue sin duda dar reintegros a la exportación por pescado capturado en forma ilegal, pero no deja de ser menos grave que permitir la burla ante nuestras narices de estafadores sociales que nos llevaron a la ruina como trabajadores. Por si pasó al olvido les recuerdo que hace años se sabe que lo exportado sobre lo capturado daría origen a un milagro de la biología conocido como la merluza de tres lomos. 

               Esa industria pesquera que llevó a sus actores hasta lo más bajo, se llevó a los tirones a ese lugar a la industria naval. Un mercado limitado a las reparaciones, una telaraña de reglamentaciones que tratan de paliar lo anacrónico de artefactos importados e inservibles para estas latitudes. Para el que no domine el tema, consulte a cualquier ingeniero naval y que les explique por qué los buques de más de 50 metros de eslora que amarran en Mar del Plata, tienen tanques sobredimensionados de combustible y motores notablemente chicos comparados con el equipo que se arrastra en estas aguas. Dichos buques, importados y pasados a retiro en sus países de origen, fueron ingresados a valor chatarra y generando tal reducción en las órdenes de construcción que llevaron al colapso a toda la actividad en astilleros locales. 

               No establecer que esta crisis es el punto más bajo que podemos llegar y no aprovechar a construir, ahora que no queda casi nada sería desperdiciar una oportunidad histórica. El único camino es un proyecto integral, que contemple las herramientas financieras y marco legal para que el que quiera ser empresario pesquero, invierta en las herramientas de producción: barcos nuevos, plantas de procesamiento y almacenamiento, sistemas de comercialización y logística. Que el empresario constituido pueda mantener un margen de rentabilidad acorde a su inversión no acorde a pretensiones caprichosas. Que el marco laboral sea digno, con una seguridad social de acuerdo a una tarea de alto riesgo y de alta demanda en lo que se refiere a desgaste físico. 

               Lo de los permisos de pesca es un capítulo aparte, hay que agregarle una pizca de sentido común y reconsiderar algo contradictorio como los permisos irrestrictos. Sobre todo reconsiderar si los propietarios de dichos permisos son merecedores de tales privilegios. Semejante otorgamiento debería ser correspondido con similar cuota de responsabilidad y gratitud hacia la sociedad que se lo otorga. Y sino simplemente retenerlo y reservarlo para tal caso. 

               Hay que tomar la cruda decisión de ponerle vencimiento a las embarcaciones y retirar todos aquellos buques que no sean de fabricación nacional o hayan llegado a su vida útil. Los empresarios deben manejar el concepto de amortización de bienes de producción, y tener en cuenta que la pesca no es la excepción a ninguna industria y que no hay rentabilidad utilizando maquinaria que supere los 50 años de fabricación. Hay que desguazar sistemáticamente al menos el %60 de la flota pesquera empezando por los buques más viejos y reemplazarlo por el mismo volumen de bodega con construcciones nacionales pero analizando en cada caso que eslora y tipo de embarcación conviene construir. 

               No se puede tener un puerto como el de Mar del Plata sin una draga adecuada, de fabricación y con tripulación nacional, dedicada a subsanar los problemas de diseño de la Escollera Sur. No pueden estar los intereses particulares jugando en la piel de un funcionario haciendo de juez y parte. Hay que elegir mejor a los responsables en cada área, y los responsables en cada área deben elegir hacer su trabajo. Tenemos que dejar de hacer como que nadie sabe lo que todos saben. La pesca debe ser rediseñada, con estos empresarios o con otros. Pero debe estar diseñada para beneficio de la sociedad, porque es un recurso nacional y sus dividendos deben ser para beneficio del país, no de un sector. 

               La pesca debe ser rediseñada para que sea rentable, sustentable, motor de otras industrias, generadora de riquezas, debe haber una cuota de riesgo empresario, no puede ser armar un buque y traer plata. Buque importado, plata en negro, reglamentación condescendiente, escasa inversión, evasión impositiva, bajo impacto en lo social, generaciones y funcionarios tomados de rehén, y a la hora en que se corta el hilo: quiebra con tendal de proveedores y obligaciones incumplidas. En esos casos el que siempre pierde es el Estado salvador que hoy tiene que salir a donar sangre. 

               En esta hora que tocamos fondo, no busquemos el consenso. Agudicemos el ingenio y propongamos una nueva industria. Sino más vale no perdamos tiempo con algo superficial y falso. Dejemos que todo siga así hasta que no quede nada. 
Cesar Briatore
Secretario Finanzas
Sindicato Actividad Naval Mar del Plata-SANAM 

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